El estrés en una reacción natural frente a una
amenaza. Hagamos de él una herramienta valiosa para nuestro propio conocimiento
y el de la evolución del ser humano.
El estrés es el mecanismo de
supervivencia más antiguo, heredado de nuestros ancestros
cazadores-recolectores. Frente a una amenaza nuestro organismo responde
generando una serie de cambios físicos y psicológicos que nos permiten ponernos
a salvo. Imaginemos que nos encontramos
con un tigre, nuestro corazón comenzaría a latir más fuerte para aumentar el
flujo sanguíneo, el sistema nervioso simpático daría la orden a las glándulas
suprarrenales para que segregue adrenalina; todos esos cambios fisiológicos se pondrían
el marcha para permitiros la huida y ponernos a salvo. Una vez la amenaza desaparece, el corazón volverá
a latir a su ritmo natural, el organismo comenzará a relajarse hasta alcanzar su
funcionamiento “normal”.
El estrés es un mecanismo
necesario para la supervivencia, ya que activa nuestra capacidad de reacción y
nos estimula, nos pone en marcha.
En la vida actual, ya no debemos
enfrentarnos a amenazas tan tangibles como un tigre, pero la vida cotidiana
está llena de desafíos, sorpresas, cambios inesperados, situaciones
“peligrosas” a las que no podríamos enfrentarnos sin una dosis de estrés.
Cuando nos enfrentamos al estrés no solamente nuestro organismo segrega
adrenalina, sino también oxitocina (la hormona de la empatía), además de
preservar la flexibilidad de las arterias, equilibrando así los efectos de la adrenalina
que las estrecha. De modo que un estrés moderado es beneficioso para nuestro
organismo y nos mantiene activos para afrontar el día a día.
Todo es cuestión de límites
Cuando hablamos de exceso
tenemos que aceptar que existe una dimensión subjetiva, depende de nuestra
capacidad personal para gestionar nuestro propio estrés. Pero lo que es cierto,
es que un estrés excesivo cuando no permitimos que el organismo se recupere,
terminará por debilitar nuestra capacidad de resistencia y aparecerán los primeros
signos de alarma: mala digestión, dolor de espalda, sueño y ciclos menstruales
irregulares, trastorno de los deseos. Si ignoramos estos signos comenzaría la
fase de agotamiento a partir de la cual pueden aparecer enfermedades graves
como el burn-out.
Buscar la causa en nuestro interior
El factor de origen del estrés
suele estar en nuestra mente más que en un factor exterior. Imaginemos que
usted escucha por la radio que un tigre ha escapado de un circo y que merodea
por su barrio y que usted debe salir de casa para ir a trabajar. Desde el
momento en el que usted atraviese la puerta, todo su organismo se pondrá en
modo de alerta en el caso que sea necesaria la huida. Para activar la respuesta
del organismo al estrés no es necesario encontrarse frente a frente con la
amenaza o el peligro, es suficiente con pensar que el peligro puede
alcanzarnos. Al final, es principalmente la autosugestión la que vuelve
estresante una situación y no la realidad. Lo importante es no activar la
reacción de estrés del organismo simplemente por miedo a perder las llaves o
contagiarse de la gripe.
Cara al estrés, es necesario
antes que nada observar con serenidad cuál es nuestra reacción. Si bien cierto
grado de estrés es necesario, ya que nos ayudan a reaccionar, nos empujan a
evolucionar, debemos estar atentos para no sobrepasar los límites.
Otro punto importante que
debemos tener en cuenta es que el cerebro, ese que desencadena todos los
cambios bioquímicos frente a una amenaza, no distingue entre la realidad (un
verdadero peligro inminente, el tigre) y la recreación mental del tigre o de la
amenaza. El desgaste del organismo que debe resistir la explosión de
adrenalina, la aceleración del corazón y el sentimiento de pánico será el mismo
frente a un tigre real o uno imaginario.
Relajarse con el yoga
El primer paso es ser
conscientes de nuestra tendencia a recrear tigres en nuestra mente y crear
nosotros mismos diferentes situaciones de estrés que están solo en nuestra
mente: miedo a la enfermedad, miedo a quedarnos sin trabajo, miedo a ser
abandonados por nuestra pareja, miedo a no llegar a final de mes, miedo a …
Otra tendencia consiste en
adelantar en nuestra mente situaciones que nos angustian o desagradan. Por
ejemplo, pasar el domingo nervioso por una entrevista de trabaja que tendrá
lugar el lunes.
En definitiva, estamos obligados
cada día a enfrentarnos a múltiples situaciones potencialmente estresantes, por
eso necesitamos ayuda para no desfallecer. El yoga propone una magnífica
herramienta para tomar distancia, alejarnos de la fuente de estrés y cultivar
un espacio de paz interior. El éxito en este campo depende de la práctica y no
del deseo, no de la voluntad de obtener un resultado rápido o de una fórmula
mágica que nos permita relajarnos.
El yoga nos permite dirigir la
atención al interior, a nuestro propio cuerpo desviando así los pensamientos
angustiosos o estresantes. El estiramiento suave de cada músculo del cuerpo nos
proporciona un sentimiento de bienestar inmediato. Las asanas tienen un efecto
sorprendente sobre el sistema nervioso y liberan el cuerpo de las habituales y
dañinas posturas del día a día, como por ejemplo, el cuerpo sentado durante
horas frente al ordenador.
Fijar la mente en nuestras
propias sensaciones mientras respiramos, mantenemos un asana o ejecutamos un
pranayama nos ayuda a vaciar la mente de todos aquellos pensamientos
potencialmente estresantes y nos permite refugiarnos y reencontrarnos con un
espacio interior limpio y relajante.
De camino a la paz
Más allá de la simple gestión
cotidiana del estrés, el yoga es una invitación a modificar nuestra forma de
vivir. En el Mahabharata[1]
el dios Krishna revela la clave de la paz del alma: los pensamientos debilitan
y controlan los sentidos que pasan de un objeto a otro, esos pensamientos extravían,
distorsionan el juicio del ser humano, como el viento conduce a la deriva a un
barco conducido por un mal marino. Alcanza la paz el que acepta tranquilamente
todos los deseos como el mar recibe los ríos que desembocan en sus aguas. El océano acoge las aguas de muchas partes
permaneciendo siempre él mismo.
Aceptemos los desafíos que nos
encontramos en el camino, sin adelantar la amenaza en nuestra mente, sin
sobredimensionarla. Inspirad profundamente, expirad suave y lentamente
concentrados en nuestro interior y el tigre pasará de largo sin ni siquiera darse
cuenta de nuestra presencia. Dentro estaréis a salvo.
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