Cada día pasamos mucho
tiempo en los medios de transporte para desplazarnos de un lugar a otro, tiempo
que podríamos utilizar también para meditar.
Nuestros días están repletos
de actividades ineludibles a las que no podemos escapar. Sin embargo perdemos
mucho de esos momentos en trasladarnos de un lado a otro en diferentes medios
de transporte: tren, metro, coche, autobús. Ese tiempo lo solemos utilizar para
leer, oír música, enviar mensajes o soñar despiertos. ¿Por qué no aprovechar parte
de esos momentos para meditar y reconectar con nuestro espacio interior? Sea
cual sea el medio de transporte que utilicemos, aprovecha esos instantes para
cultivar la “atención”.
Fijando la atención
De pie o sentado, en el
metro o en un autobús, concéntrate en el contacto de tu cuerpo con lo que te rodea
y su interacción contigo mismo. Siente como tus pies tocan el suelo, mueve los
pies dentro de los zapatos, el contacto de tus manos con la barra o el contacto
de tu cuerpo con el asiento. Concéntrate en el contacto de tu ropa con el
cuerpo. Siente tu respiración y todo lo que venga a tu mente; emociones, pensamientos, sensaciones.
Mantente atento a los movimientos del vehículo, observa la iluminación,
identifica los olores, sé consciente de las demás personas que comparten el
espacio. Deja que por una vez tu concentración se fije en tus sensaciones y no
en tus pensamientos, es el recurso más sencillo para anclarse en el presente,
para vivir el momento, el aquí y el ahora.
Mientras caminas, si cambias
de itinerario de vez en cuando te permitirá tener una mirada nueva de tu
entorno en vez de ir con el piloto automático y dejar que el fluir continuo de
tus pensamientos lleven el control de tu interior. A cada paso, centra tu
atención en el movimiento de tu cuerpo, en los mínimos detalles del paisaje,
del entorno que te rodea: los árboles, el cielo, los edificios, las vitrinas,
la gente con la que te cruzas. La falta de atención está relacionada con lo
habitual.
Nos movemos como autómatas por los espacios conocidos sin reparar en
el momento presente, en nuestras sensaciones, en lo que nos rodea; para dejarle
todo el territorio a los recuerdos o a los planes para el futuro y olvidamos el
único tiempo que existe, el que vivimos en el “ahora”.
Al volante, observa tu
respiración, las tensiones que soporta tu cuerpo, la tensión de los músculos de
las piernas, de la mandíbula y el fluir continuo de tus pensamientos. Siente el
contacto de tus manos en el volante, en la palanca de cambios, los pies que
mueven el freno o el acelerador. Siente tu cuerpo fijo en el asiento y sé
consciente del avance de cada coche.
Tomar conciencia de tu
cuerpo y su contacto con el exterior te permite fijar la concentración fuera de
tus pensamientos y ganar momentos de descanso mental, momentos de reconexión
con tu interior, momentos de presencia en el aquí y en el ahora.
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